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Para Homero y sus players es un verdadero honor y alegría ser una casa, un hogar para este material producido por Juan Suárez. Hace un año y un poco más, construimos una página web, un pequeño rincón que pueda hablar sobre temas que nos muevan, arte que nos mueva y también que nos conmueva. Hace un año que contamos historias y que damos cabida a experiencias, a testimonios, cuentos, crónica, poesía y trabajos visuales artísticos. Al principio era solo yo,- narrando y contando cosas-, ahora siento que somos muchos más. Y ahora, al leer y releer este texto de Juan Suárez Proaño, amigo y compañero, me convenzo de que contar es lo único que nos queda, luego de gritar, de correr, de estar en acción, me convenzo que contar es la fuerza motriz que acaba por devolvernos algo que ni las bombas, ni los perdigones, ni los toletazos, nos pueden arrebatar. Contar para no morir y también para no dejar morir.
También siento que este material debería llegar a muchísimas más personas de las que podría hacerlo. Siento que esta publicación tendría que ser leída por todos, por todos aquellos que necesitan recordar y también por los que no creen necesitarlo, esos que con profundo odio y falta de empatía apuntaban su más profundo desprecio hacia la resistencia popular de Octubre de 2019, pero aquello es pedir peras al olmo. Como dije, solo nos resta contar, y para hacerlo se necesita voluntad y compromiso. Nosotros no tenemos capitales, no tenemos pautas, pero contamos con un lugar desde el cual pensar, desde dónde escribir, qué es igual a comer, caminar o jugar. Ningún rol de intelectuales, cosa rara y desdibujada, como dice Juan:
El papel que jugamos en las calles es el papel que el pueblo nos otorgue: cargar cartones, empujar llantas, buscar piedras, agitar banderas, resistir de pie, no dejarse atrapar.
«Somos el pueblo» decían los escudos que nos protegían. Y quizá eso mismo somos. Me interesa más la pregunta: qué parte soy de ese cuerpo que se llama pueblo: ¿su muela izquierda, su dedo meñique, su célula más ínfima, el centro de su retina?
Juan Suárez Proaño
Creo que no hubo dos Octubres, como nos dicen, hubo muchísimos más, de hecho, toda una multiplicidad de experiencias y vivencias de gente de a pie y gente que estaba metida en sus casas y gobernantes sin el mínimo de empatía que lanzaron una carnicería a las calles. Creer que hay dos versiones que pretenden posicionarse a partir del discurso histórico, solo muestra las tensiones y la polaridad que cada vez más se acentúa y contagia, lo cual hasta cierto punto autoriza la acción política.
De ahí la importancia del ejercicio de la memoria de cada uno, para romper esas fuerzas que pretenden legitimarse. La memoria, principalmente se edifica a partir del testimonio, es decir de una construcción vivencial que expresa una subjetividad personal, un ‘‘yo estuve ahí’’ por eso puedo reconstruir lo pasado, desde mi visión del mundo. Esta confianza en la palabra del otro, dice Ricoeur, cuando la confrontamos con otros testimonios y además se la escribe, entra entonces en el umbral de la historia, y con ello, de la formación del documento, como memoria colectiva, que de alguna manera amplia los umbrales del testimonio y lo afianza.
Los libros como artefactos culturales construyen un documento de memoria colectiva que otorga seguridad a esa testimonialidad, y de alguna forma la historiza también para el futuro. Después de todo, cada uno adopta esa memoria colectiva como suya, también para criticarla. Mientras más ejercicios de memoria podamos construir, mientras más Octubres se puedan recordar (seleccionar) será más fácil establecer matices en esa polaridad.
Juan Suárez Proaño, poeta y editor, nos narra su testimonio, su subjetividad, su memoria, su visión desde los lugares en que estuvo, nos habla de personas, de momentos, de mentiras oficiales, pero también retrata sonrisas, estados de ánimo, colores, texturas, formas que solo un poeta podría vislumbrar en el caos, en la muerte. En Mujeres 1, por ejemplo, leemos:
«Vos me disparas, yo te doy de comer» grita una indígena, señalando a las terrazas, donde permanecen inmóviles los policías. «¿Por qué me disparas? ¿No te ves la cara, no te ves el apellido?» los incrimina, mientras otras mujeres a su alrededor siguen con la tarea de arrojar frutas y maíz. «Mira el color de tu cara y date cuenta. Mírate la carita. Somos lo mismo. Yo vengo a darte de comer, vengo a pedirte que me respetes. Y vos quieres matarme».
Juan Suárez Proaño
Juan tiene una escritura que nos transporta y cobija, desde diferentes subcapítulos como: Funerales, Pañuelo, Cacerola, etc la narración se desarrolla a partir de elementos insignificantes a simple vista, pero que admiten una potencia que emergen en todos y todas quienes estuvieron ahí. Captar ese movimiento secreto en los objetos, en los cuerpos que corren, que protegen que luchan, sea el mérito mayor de este texto.
Esta memoria no se perderá nunca, fluye como un arroyo de páramo
y el páramo es el lugar en donde el tiempo es mi hermano.
René Gordillo Vinueza
Homero y sus players

Un comentario en “Relatos en la resistencia por Juan Suárez Proaño”